El recorrido transcurre por las zonas montañosas más altas del Parque Nacional. Comienza por una cómoda pista que atraviesa un matorral mediterráneo de jara y brezo. Más adelante el encinar cobra importancia y domina las estribaciones del macizo del Rocigalgo. Al cruzar por segunda vez el arroyo del Chorro, la proximidad del cauce recuerda que la vegetación de ribera no entiende de climas; al frescor del valle, se distinguen tejos, acebos y abedules aislados. En la toma de agua arranca una senda de montaña que se abre paso a través de un denso encinar, monte bajo y pedrizas. La cascada de 18 metros de caída y un pequeño rebollar escondido sirven de colofón a una excursión de ida y vuelta.
Si te animas y haces esta rutas disfrutarás de un entorno maravilloso y de un contacto espectacular con la madre naturaleza. Y por favor deja todo más limpio de como te lo encuentres.
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